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domingo, 2 de octubre de 2011

UNA VIDA SEXUAL DESENFRENADA!...

A pesar de que su madre lo mimaba en exceso y le adoraba con locura, Rodolfo fue testigo de las reyertas matrimoniales entre el odioso y sifilítico emperador y su exquisita madre. Como producto de las andanzas extramatrimoniales del emperador siempre hubo confusión en cuanto al número de bastardos que engendro con sus amantes, y entre las media hermanitas del gallardo Rodolfo se cuenta a maría vetsera. No es de extrañarse que el futuro playboy tuviera una idea bastante macabra del matrimonio al ver lo mal que nadaban la relación entre sus regios padres.

Rodolfo desde que entraron en buena función sus hormonas en las adolescencia, se dedico a perseguir cuanta falda le pasara por delante sin distingo de raza, religión o edad. Sabía que jamás podía casarse por amor, y que estaba destinado a escoger esposa entre las rancias y muchas veces feas princesas de las antiguas casas europeas.



Rodolfo no se andaba precisamente con remilgos. Solía frecuentar los prostíbulos mas celebres de la ciudad o pedía que se enviasen a sus chicas preferidas a las fiestas privadas que se organizaban. Bebía demasiado y desaparecía noches enteras para participar en orgias.

Rodolfo incluso llego a engendrar dos niños con una vienesa, pero nunca se hablo de boda. La afición al mundo de las bambalinas era cosa corriente entre las testas coronadas y por coronar, como tadea mirszlac (una gitana que no usaba bragas y que se fue al lecho con el príncipe cuando este era un imberbe adolescente y ella ya una mujer treintona).

“he llegado a tener 14 y a acostarme con cuatro cada noche”; comenta el príncipe Rodolfo.

Siendo un hombre apuesto y con cierto aire desvalido, Rodolfo atraía irresistiblemente a las mujeres, hasta el punto de que muchas se le ofrecían descaradamente. Ello dio pábulo a los chismes sobre una vida sexual desenfrenada del heredero austrohúngaro (reflejada, por ejemplo, en la película húngara vicios privados, virtudes publicas de 1976). En realidad no fue para tanto, más que por la pasión erótica, estaba dominado por la del poder.


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