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lunes, 23 de mayo de 2011

LAS ENSEÑANZAS ACADÉMICAS!

Con ocho años de edad, Rodolfo tenia un montón de funciones de representación: como visitar orfanatos y escuelas en la que se relaciono con estudiantes de la misma edad. Estaba muy interesado por la historia (desde 1793 hasta 1848). Profesores como menger trataron de profundizar el respeto por la gente educada, el rechazo de los prejuicios y la tolerancia de las minorías, para promover la democracia y el rechazo del absolutismo. El profesor jose zhisman difundieron en Rodolfo la idea de que el rey no era la gracia de dios, sino tenía que ser elegido. Rodolfo vio un modelo de regla de José II, creando un conflicto con su tío, el archiduque alberto, y este fue el resultado de un intercambio con un ensayo sobre el tema, en la que ambos expresaron sus puntos de vista. Su profesor de ciencias joseph krist lo llevaron a visitas a museos, excursiones  diversas a zonas rurales y observaciones. Con trece años Rodolfo explico los conceptos básicos de la reproducción. Visito el instituto para la cría artificial de peces en salzburgo. El espíritu moderno de un joven del  siglo 19 como Rodolfo, profundizo en materias como ciencias naturales, historia y política; mientras que otros como artes, literatura, música, idiomas, deportes y el teatro, pasaron sin interés.

Latour produjo que los gastos de la educación del príncipe y los asociados a la cámara de noviembre de 1864 hasta finales de 1877 –un total de 388.546 monedas de oro. Tras finalizar sus estudios se despidió de su preceptor latour como “mi querido viejo”. En su viaje a Inglaterra, Rodolfo intento en secreto (por lo que Viena no sabía) reunirse con el naturalista y fisiólogo charles robert  darwin, pero para su decepción no pudo.

domingo, 15 de mayo de 2011

LAS ENSEÑANZAS DE LATOUR!

Josef Latour de Thurmburg. Había coincidido en sus apreciaciones con la baronesa de Welden, pero, a diferencia de ésta, se daba cuenta de que no iría a ninguna parte si buscaba una ocasión para plantearle tan espinoso asunto a Francisco jose. En lugar de apelar a Francisco jose, Latour decidió tomar el camino que llevaba hacia la emperatriz Elisabeth. Enterada de lo que sucedía, Elisabeth, por una vez en la vida y sin que sirviese de precedente, había ejercido la máxima presión sobre Francisco jose a favor de Rodolfo. Hay que admitirle a Elisabeth que, en esas circunstancias, no dudó en usar incluso el chantaje sentimental y a amenazar simultáneamente con un gran escándalo a fin de sustraer a su hijo de la custodia de Gondrecourt.

Elisabeth no vaciló en enfrentarse a su marido. Es más: no sólo manifestó de propia voz un ultimatum, en el sentido de que si no se destituía a Gondrecourt, ella abandonaría la corte no sin dejar claro ante el mundo las razones que la movían a ello. También presentó al aturdido Franz Joseph un documento escrito, redactado en tono imperioso: 

"Es mi deseo que se me concedan unos poderes ilimitados en todo lo referente a los niños: la elección de las personas que les rodean, del lugar de su estancia, el completo encauzamiento de su educación; es decir, que todo, hasta el momento de su mayoría de edad, sea decidido por mí sola. Elisabeth. Ischl, 27 de agosto de 1865". 

Ante la tajante actitud de Elisabeth, Francisco  Jose claudicó enseguida. Gondrecourt había actuado según sus directrices, como le recordaba la exasperada archiduquesa Sofia. Pero el emperador tenía que remover a Gondrecourt de su puesto si quería retener a la emperatriz. De nada sirvió que Sofia expresase lo peligroso que era dejar un asunto tan delicado como la formación académica del kronprinz y la archiduquesa en manos de la irresponsable Elisabeth. Ante el órdago de Elisabeth, Francisco Jose pasó por encima de su propia opinión y de la opinión de su madre. Aquella victoria de Elisabeth marcó el inicio de una nueva etapa en la vida de Rudolf...
Por encargo de Elisabeth, el doctor Wiederhofer, nuevo médico de cámara, sometió a un análisis exhaustivo al niño a fín de establecerle un tratamiento. En primera instancia, había que lograr que el pequeño se sobrepusiese a su estado de agotamiento psíquico y físico. Paralelamente, por decisión de Elisabeth, Latour se vió elevado a la categoría de tutor de Rodolfo.El aspecto puramente intelectual de la educación de Rodolfo pasó a ser prioritario, en detrimento de aquella exigente formación castrense que casi había acabado con él. Con ese objetivo en mente, Latour escogería los preceptores. No tenían porqué ser aristócratas ni militares, como bien señaló la emperatriz, sino personas que acreditasen una preparación científica aparte de talento pedagógico. Tampoco había que ceñirse a religiosos, excepción hecha del profesor de religión, claro. Estas pautas suponían una verdadera "revolución palaciega". Entrarían en liza una serie de profesores de extracción burguesa, de orientación claramente liberal.Gracias a Latour, Rodolfo se había transformado en un muchacho capaz de transformar su curiosidad natural en una constante avidez de conocimientos. Muchas materias suscitaban su interés y ponía gran atención en incrementar su cultura.

domingo, 8 de mayo de 2011

EL SEVERO GRONDECOURT

A los seis años fue apartado de su hermana Gisela, a quien apreciaba muchísimo, pue su padre, el Emperador, consideraba que había que endurecerlo y convertirlo en un buen soldado (el ejército era apreciado por el Emperador que siempre vestía de uniforme).el pequeño kronprinz debería abandonar el entorno de la amorosa gisela, en la que se sentía seguro, para verse sometido a la tutela directa de un preceptor que tendría la misión de robustecerlo mental y físicamente...
Se llamaba Leopoldo y ostentaba el título de conde de Gondrecourt. Se trataba de un militar, de actitud severa y rígida; pero precisamente por eso mismo fue elegido por el emperador Francisco jose. Gondrecourt, con su marcial reciedumbre, parecía la persona idónea para encauzar en esa dirección al heredero. Por supuesto, Franz Joseph no tuvo en cuenta el impacto que podía ejercer en el niño, una criatura sensible, tímido, nervioso y asustadizo. El aya baronesa de Welden, la niñera Leopoldine Nischer y la hermana Gisela tendrían que asumir que Rodolfo debía iniciar su instrucción de cadete. Gondrecourt dirigía los ejercicios que se prolongaban durante horas y horas. La voz surgía potente, resonaba levantando ecos en el patio de palacio, impartiendo órdenes. Rodolfo intentaba desfilar sin perder el paso, sosteniendo su arma en la posición adecuada, mientras Gondrecourt le señalaba los defectos sin alabar nunca el esfuerzo ni la voluntad. Y lo peor no eran los ejercicios, por extenuante que resultase aquel programa para el principito. Gondrecourt estaba decidido a que el niño superase sus temores por la vía, bastante drástica, de obligarle a enfrentarse a todo lo que le suscitaba pavor. Grondecourt sometía al niño a verdaderos torturas con el fin de endurecer su cuerpo y su mente. Ente las muchas de las atrocidades está la de encerrarlo en un recinto del parque Leinz, completamente solo y anunciándole que habían soltado allí un jabalío o bien lo despertaba a bases de disparos al aire y si el niño lloraba lo sometía a duchas frías. 

El drástico método de Gondrecourt se cobró su tributo. El niño no se atrevía a quejarse ante nadie, menos aún ante su padre o su abuela, del riguroso trato de su preceptor. Pero, sin embargo, el sufrimiento psíquico y físico se manifestó en una propensión todavía mayor a enfermar. El niño pronto comenzó a perder pesos y a tener ataques de histerias. Apenas comía, porque, cuando comía, el estómago le dolía de manera espantosa y acababa devolviendo cada bocado ingerido, hasta que sólo expulsaba bilis. A menudo se despertaba febril, empapado en sudor frío mientras la temperatura de su cuerpo ascendía. La baronesa de Welden observaba lo que sucedía, experimentando en carne propia el dolor del niño a quien había criado. Le parecía increíble que la archiduquesa Sofia, una buena abuela, no se percatase de que aquel entrenamiento militar estaba destrozando por completo la salud del pequeño. Pero Sofia estaba convencida de que Gondrecourt actuaba admirablemente, colocando al niño en circunstancias en las que éste tuviese que vencerse a sí mismo para trocar las debilidades en fortaleza.